jueves, 18 de marzo de 2010

El Juego de la Bolitas


La primera vez que vi a 3 niños jugar a las bolitas no entendí cómo podían esforzarse tanto por ganar un simple "ojito" de vidrio, que costaba menos de 5 pesos en el bazar.
Las reglas eran muy simple: primero se ordenaban todas las bolitas en un circulo, y luego había que chitas (chocar) a las bolitas del contrincante. Si el triunfador era capo-capo podía llevarse todo el botín de su competidor sin derecho a pataleo, porque así eran las reglas. Pero la gran gracia oculta no estaba ahí, sino en acumulas las bolitas como si fuesen genuinos diamantes. Y apenas yo descubrí eso, quise convertirme en una "crack" de mi barrio. Pero el camino fue pedregoso. Aún recuerdo la cara de molestia que ponía mi mamá cuando retornaba a mi casa con mi bolsita de bolitas vacía. Me decía que las había perdido todas sólo porque me estaba metiendo en "asuntos masculinos" que no me correspondían.
A pesar de mis innumerables derrotas, seguí practicando y logré mejorar al nivel de convertirme en la segunda mejor de mi barrio. El primero era le Sebastián. El insuperable colorín era tan "seco" que a los diez años ya había logrado acumular más de 2 mil bolitas que mantenía ocultas en su dormitorio. Y lo más increíble de todo es que, según él, su éxito no radicaba en su pericia, sino en un "tirito" (los tiritos eran las bolitas regalonas para hacer los tiros) medio mágicos que cuidaba como hueso de santo. Éste, decía, le aseguraba buena suerte, porque era el mismísimo ojo postizo que su difunta abuela Margarita le había entregado justo antes de morir para garantizarle el éxito eterno en cada una de sus partidas. A pesar de lo inverosímil de su historia, igual lograba confundirme. Comenzábamos a jugar, recuerdo, y de verdad creía que su tirito embrujado me miraba desafiante. Me ponía tan nerviosa que no realizaba ni un solo choque. A todos los demás amigos del barrio les ganaba, pero al Seba no. Y lo peor de todo es que acentuaba aún más mi miedo repitiéndome, una y otra vez, que si me atrevía a hacerle una chita, su abuela me visitaría por las noches para cobrar su venganza. Pero igual lo seguí desafiando, porque quería convertirme, sin importar el precio, en la reina indiscutida.
Finalmente, el desafió premio mi esfuerzo. Ese día jugábamos varios amigos en el antejardín del Sebastián. Y cuando yo ya había perdido varias de mis bolitas regalonas, y ya estaba resignándome a la idea de que él seria el mejor por siempre, de pronto se asomó una octogenaria, que le dijo que fuera a saludar a su abuela Margarita que había llegado con una caja de bolitas completa para él. Creo que el Seba dudo un par de segundos, pero finalmente corrió a abrazarla. Ahí todos comprendimos la brutalidad de su verdad: que su tirito mágico era más falso que Judas. Me fui y le dije que disfrutara el resto de la tarde con su abuela Margarita (pronuncié su nombre lentamente con cierta maldad) y le avisé que al día siguiente volvería a demostrarle quien era la mejor jugadora. La cajita que el Seba con tanto ahínco atesoraba muy pronto seria mía.


5 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  2. Himekoooooo
    me dejaste la cagá con esos post en mi blog xDD!!
    akshdkjahdsajkd


    pd: quita la palabra esa de confirmación y asdasd

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  3. asdsadsadasdasd

    xD


    ya, me voy :3

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  4. Por diooooooooos!

    Que buena entrada por dios!!

    Es genial, quedé maravillado con el relato. A la altura de muchos autores de cuentos, realmente genial.

    Te amo mucho Himeeee!

    Espero que estes bien, te extraño mucho mi niñaaa!

    Muchos besos y abrazos de parte de tu for ever amigo, faCUC

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  5. Hime, que bueno que tu también estés feliz ^^
    Espero que nos topemos pronto en msn para hablar de esas cosas de la vida :3
    y y no le des tanta importancia a lo de los post, igual me hizo gracia la situación xD
    ajajaja

    besu ♥

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