sábado, 28 de agosto de 2010


Los perfumes de ayer

En el botiquín de la casa de mi abuelito habían 3 colonias: la mía, que era una Simond' s para niña, la de mi mamá, que era una 4711, y la de mi abuelito, que era una Barzelatto grande con un fuerte olor a limón. Mi abuelito se perfumaba en exceso todas las mañanas y dejaba tan pasado que una llegaba a marearse. El recuerdo aún permanece nítido en mi memoria: yo entrando al baño después de su ducha, limpiando el vapor de los espejos para hacerme los chapes y sintiendo su aroma a limonada recién exprimida. Un ritual que se sellaba sólo cuando irrumpía mi mamá para aplicarse su 4711 con aroma a cítricos y lavanda.

Por aquel entonces, los olores gobernaban mi vida. Tenia 6 años y me sentía tan atraída por ellos, que solía preparar mezclas de los más extrañas. Le ponía el tapón al lavamanos y comenzaba primero con una buena cuota de Barzelatto, luego con un par de gotas de Simond' s después con media botella de shampoo y, como toque maestro, la 4711 de mi mamá. Pero la diversión no duraba mucho. El liquido, inevitablemente, comenzaba a rebasar el lavamanos (como si hubiese sido la lava infinita de un volcán) y a mi no me quedaba más que llamar de urgencia a mi madre. Eso si que la enfurecía. En especial por la merma de su 4711, una de las lociones más finas para después del baño de todo el mercado y que, por supuesto, adoraba por sobre todas las cosas. Y quizás por lo mismo, mi sanción era ejemplar. Mi mamá lo llamaba el castigo chino, porque consistían en hacerme 2 chapes lo suficientemente tirantes como para dejarme con los ojos rasgados el resto del día. Un peinado coronado por un bueno chorro de Barzelatto, para que todos creyesen que yo era tan perna que dejaba que me peinasen con limón.

Así se resumía mi mundo de los olores en la infancia. Pero pero cuando llegue a la adolescencia todo cambio: mi madre comenzó a usar Darling y yo a aplicarme Coral e Impulse 17 todos los días. Siempre con la secreta esperanza de que alguien me regalase flores. Igualito que la niña de la propaganda, que salia a la calle y era perseguida por 3 rubios desabridos, como si fuera un verdadero diamante.

Pero, inevitablemente, tenia que llegar el minuto en que alguien atentara contra mis aromas. El demonio de Tasmania fue el culpable de todo. Recuerdo que llego a mi casa un día, encarnado en mi pequeña prima Alicia, que demostró ser la chica más malcriada que hubiese podido conocer. Ni siquiera habíamos terminado de tomar el té, cuando misteriosamente se levanto de la mesa, se escapó esta el baño y comenzó con sus maldades: agarro mi Impulse y mi Coral, y se propuso hacer los mismos experimentos que yo hacia cuando tenia su misma edad. Pero felizmente no alcanzó a llegar tan lejos como yo. Logré sorprenderla tan a tiempo que no pudo derramar muchas gotas de mis queridos perfumes de adolescencia... aunque salio contenta, sintiéndose grande, pasada a Coral.



Leo Marcazzolo
Las cosas que nos importaban y que ya se fueron

2 comentarios:

  1. Pensé que tu lo habías escrito, vaya sorpresa que me llevé al final xD

    Lamento no haber hablado mucho anoche, pero moría de sueño,llevaba dos días levantándome ultra temprano y durmiendo muy poco.


    Ehmm bueno, no soy tan buena como tu para dejar comentarios extensos xD
    Lo que publicaste me gustó mucho, aunque me gustó más cuando pensaba que tu lo habías escrito, luego de leer el nombre del autor, me decepcionó un poco :C

    en fin, espero que escribas pronto algo tu, estoy segura de que me gustará! :3

    Gracias por pasar siempre por mi blog y ser tan atenta :3

    besos!

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  2. La Hime no tiene vida, tralalala (8)
    por culpa de la tonta U, tralalala (8)

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