jueves, 27 de enero de 2011

El concurso Soprole



La tía Caridad era lejos la persona más fanática de los concursos de Sábados Gigantes. Sobre todo de los que realizaba Soprole, que fue auspiciador oficial durante años de ese programa. Allí regalaban suculentos premios que mi tía siempre anheló ganar, y compraba todo tipo de productos: yogur para sacarles las tapitas y leche en bolsa para recortarles las puntitas que luego ponía en un sobre, cruzando los dedos para salir sorteada e ir a participar a Inés Matte Urrejola 0848. Pero por más misivas que mandaba nunca ganaba. No se daba por vencida. Su tenacidad era a prueba de todo. En especial cuando Soprole ofreció regalar un auto cero kilómetros a la puerta. Ahí a la tía Caridad le brillaron los ojos. Por aquel entonces no todos en Chile tenían auto, y ella sólo quería acceder a uno. Al nivel que empezó a acuñar diversas fantasías. Se imaginaba en toda clase de situaciones con el vehículo: que iría a la playa a pasear su gran sonrisa, que manejaría por Santiago con sus mejores pilchas, y que les taparía la boca a todos aquellos que alguna vez se habían reído de su gran porfía. Y estaba tan consciente de que requeriría de mucha suerte, que no sólo se encomendó a todos los santos, sino también a Teresita de Los Andes, a quien le hizo una manda ultra sacrificada que parecía que no abandonaría nunca. Llegó a pie hasta su santuario, le prendió una velita y luego le prometió que se privaría de lo que más le gustaba en la vida –el chocolate– con tal de ser una de las elegidas. Y eso que la tía Caridad simplemente lo adoraba. Lo comía por kilos y nunca dejaba de llevar al menos uno en su cartera. Confiada en que esta vez debía hacer la manda antes de ver el ‘milagro’, decidió no volver a probar el cacao. Y a pesar de que pasaban las semanas y nunca aparecía su nombre entre los seleccionados, su fe seguía igual de firme como un árbol que se resiste a que se lo lleve el viento. Era capaz incluso de rechazar los más finos bombones que les ponían sus hijos. Un día se rindió. Recuerdo que había pasado más de un año, estábamos todos en su casa frente a la televisión viendo los concursos de Soprole de Sábados Gigantes, y de pronto comenzó a engullirse una deliciosa barra de chocolate asegurando que ya no le importaba ni un comino ganarse un auto. Nos dejó completamente atónitos. Pero lo más increíble de todo era que no lucía ni un pelo deprimida, sino más bien abúlica e indiferente. ¿Por qué se había desinflado su sueño?, nos preguntábamos todos. El misterio lo desentrañamos un par de horas después, cuando ya se había comido otras tres barras más. Nos contó que a su mejor amiga la habían atracado en plena vía pública –dejándola malherida–, sólo por tratar de defender su automóvil. Luego de oír semejante historia, ella prefería andar a pie. Y estaba tan obcecada en su idea, que aunque le dijimos millones de veces que eso no tenía por qué pasarle, nos juró y rejuró que jamás mandaría una nueva carta al concurso. Pero su promesa duró menos que un suspiro. Poco tiempo después Soprole organizó otro sorteo, donde regalaba viajes a lugares paradisíacos, y nuevamente comenzó a participar. Eso sí, nunca más volvió a hacer una manda.



Ojalá le guste a la Srta. Ary ♥ ^^

2 comentarios:

  1. Que historia xD

    Por eso me encanta pasar por acá, siempre hay algo que me sorprende =)

    Te adoro niña ^^

    Veni a visitarme!

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  2. excelente monguissss :3

    aunque encubriste el nombre verdadero, poniendo "tia caridad" xD

    ta weno...

    ti ami merme

    oi ya les dije a los otros q juntaran plata pa fantasilandia n...n asi q tu tambien

    eso

    bye bye n..n

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